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Mario Licón

El acto de creación es una cuerda floja tendida “Al filo del deseo, son las doce”. La cuerda se irá tensando a cada paso de cada proyecto realizado. En este proceso de recorridos, Fermín, traza largos y altos saltos. Lo vemos atravesar una larga noche de figuras y texturas y lo vemos regresar convencido de que “el misterio no va a extenuarse nunca”.

 

El caos externo produce el desasosiego interno, que al ser trasladado al plano de las transgresiones se convierte en el acto – imagen que afirma la existencia de las pasiones y obsesiones de la obra de Fermín, quien, dando “vuelos sobre el fuego y con pigmentos en mano, va creando las situaciones donde los personajes brotan en torbellinos desde el fondo de la tierra, para después iniciar un recorrido por las constelaciones”.

Es la vida la que late en los sueños que Fermín lleva a lienzos y cartones; nudos de cuerpos desnudados elásticamente, ventanas por donde el cielo se mezcla con la tierra creando así, un horizonte giratorio de signos y símbolos. La vida palpita en este infinito de veladuras y analogías; paisajes – pasajes, pubis – nubes, senos – lunas, dedos – falos, vientres – planicies, miradas – pisadas – manos, muslos, escaleras – alas, tierra – cielo y viceversa. Eterno retorno – obsesión perpetua.

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